Luego del éxito de la expedición cero latitud cero grados encontrando el glaciar equinoccial, nuestros colegas mexicanos y español volvieron al Cayambe a buscar el punto más alto del ecuador. Lamentablemente el mal tiempo no les permitió llegar al lugar.
El domingo 27 lo volvimos a intentar. Un equipo más pequeño, en representación de todos los expedicionarios, fue el encargado de buscar el lugar.
La mañana era muy fría. Las nubes y el viento presagiaban otro día difícil. Bromeábamos con cierta severidad sobre la posibilidad de dejarlo para otro día. El clima no era ningún aliciente.
Emprendimos la marcha. Después de dos y tres intentos en la montaña nuestra ruta fue de lo más familiar y rápida. En un par de horas llegamos al campamento base. Entonces el equipo se dividió: tres a buscar el roquerío junto al glaciar: el axis mundi, del que hablaré después; el otro equipo tras el punto más alto y nuestra compañera Lysette en el campo base lista para responder ante cualquier emergencia.
Al llegar al que una semana antes era un extenso nevero vimos roca desnuda con unos montoncitos de nieve. El dramático cambio del paisaje fue estremecedor. Si en una sola semana de clima seco este nevero había casi desparecido ¿qué pasaría con estos glaciares y neveros equinocciales con el cambio climático?
Cristóbal comprobó con los instrumentos lo que Arturo ya había enunciado: que el pico del lado oeste era más alto. Y seguramente el más alto del ecuador. Aunque el clima no era nada favorable mis compañeros de equipo insistieron en subir al pico más alto, por la ruta de hielo, sobre los farallones. Cesamos en nuestra búsqueda de un acceso al pico que es divortium aquarum, el del lado este.
La nieve, suave por el clima seco y cálido de la última semana, dificultaba la marcha. Había momentos en que las piernas se hundían hasta arriba de las rodillas. No fue un trayecto fácil. Marcelo, sin embargo, compartía su experiencia y lideraba la caminata con decisión.
Ya mientras hacíamos las comprobaciones con los instrumentos habíamos visto a nuestros colegas sobre el pico más alto. La emoción fue grande. Mientras dejábamos la nieve para avanzar sobre el farallón, salió Chesus a nuestro encuentro. Enseguida vimos a Miguel y Lizette.
Fue un gran momento. Por la camaradería del equipo de veinte y más expedicionarios. Por la amistad que nace del encuentro de las personas nacidas de países que, aunque lejos, son en el fondo los mismos.
Ahí estábamos, en el lugar más alto de la línea equinoccial, que sin no fuera por el GPS y la planeación de la expedición sería solamente un pico de los andes conquistado con pasión. Ahora, la búsqueda se convierte en una experiencia tan personal como la de cada montaña: más allá de la altitud o dificultad, adquiere el significado que llega de la marcha y el recuerdo.
Gracias a todo el equipo de expedicionarios por compartir esta inolvidable experiencia de montaña.